Por: Jessica Garza, Asambleísta de COMUNIDAR
Hablar de juventud y filantropía es hablar de energía y compromiso. Es adentrarnos en la magia de las ilusiones y las realidades para construir oportunidades de cambio. Formar jóvenes filántropos es sentar las bases para forjar personas sensibles, comprometidas, con perspectiva y visión.
Para comprender bien el enorme impacto que nos da entrelazar juventud y filantropía debemos primero profundizar en su significado. Por juventud nos referimos al periodo de vida de un individuo entre la infancia y la adultez. Según las Naciones Unidas se considera jóvenes a las personas entre los 15 y 24 años. De acuerdo con Stanford Medicine, en la etapa de juventud es cuando los seres humanos comenzamos a formar nuestro propio código de ética, pensando en metas futuras y visualizando nuestros ideales en temas o inquietudes específicas que van definiendo el rol que tendremos en la sociedad. Por otro lado, según la Real Academia Española, filantropía se define como amor al género humano o como la tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio. Es importante reconocer que para sentir este amor hacia el género humano es indispensable primero conocerlo, pues nadie ama lo que no conoce. Aquí es cuando cobra un sentido enorme el iniciar en edades tempranas a percibir y entender, para posteriormente llegar a amar.
En alguna ocasión escuché a alguien decir que la filantropía no se enseña, una aseveración que me incomodó profundamente. Si bien la filantropía no es una ciencia exacta que se aprende con fórmulas matemáticas, sí es una forma de vida que se contagia. Es bien sabido que los seres humanos aprendemos imitando y más aún cuando estamos en edades de formación donde nos encontramos desarrollando nuestro propio criterio. Por lo tanto, si queremos generaciones que conozcan distintas realidades y sepan abrazarlas, generaciones conscientes de sus acciones y del impacto que éstas generan en los demás, generaciones que entiendan que el bien común es tarea de todos, debemos empezar ya a contagiarlos e involucrarlos en este camino de sensibilidad y
acción, entendiendo que la juventud no es el futuro sino el presente, pues es hoy cuando se desarrolla aquello que necesitarán mañana.
Tener claro que la filantropía también es para los jóvenes nos lleva a construir una cultura de corresponsabilidad dándole a la juventud un rol activo en su propia formación. Crear un camino que los lleve a conocer para posteriormente sentir y finalmente actuar, es una forma de voltearlos a ver y recordarles que sus ideas y acciones importan.
Como Fundación Comunitaria y como sociedad en general, tenemos el compromiso de acompañar y empoderar a quienes están a nuestro alrededor. Iniciar ese acompañamiento y empoderamiento filantrópico en las nuevas generaciones es un deber que no debemos postergar. Formar jóvenes filántropos es tener la certeza de que, tanto hoy como en el futuro, habrá personas que sientan las realidades ajenas como propias, individuos que sepan compartir sus talentos y ponerlos al servicio de los demás, seres humanos que tomen la batuta en la construcción de un mundo mejor. No hay duda de que juventud y filantropía deben ir de la mano.
La autora es Lic. en Mercadotecnia y Maestra en Dirección de Comunicación y Relaciones Públicas. Cuenta con amplia experiencia en el sector educativo, social y medios de comunicación. Es fundadora de Efecto Inspiración.