El legado más valioso se siembra cuando lo vivimos

Por Emmaestela Cueva Sada.

“Estoy convencida que no solo nuestros hijos aprenden de nuestro ejemplo, sino también la gente de nos rodea”.

Soy mamá de una niña de 7 años y mi principal preocupación es también mi mayor ilusión; ¿cómo será cuando sea grande? Quienes somos papás seguramente compartimos este sentimiento. Anhelo que sea una persona funcional y con alta capacidad de adaptarse a todo lo que la vida le tiene preparada, al mismo tiempo desearía con todo mi corazón que sea una persona empática ante la realidad de las personas que la rodean.

Cuando escucho “filantropía” viene a mi mente la figura de un gran patriarca, creador de una grande fortuna quien decide donar una parte importante de ésta a cualquier causa que lo mueva. En este contexto, cuando busco posibles caminos para fomentar la filantropía en la siguiente generación, mi primer cuestionamiento es: ¿cómo hacerlo cuando esta generación no necesariamente tiene acceso al recurso económico de sus padres o de sus abuelos?

Afortunadamente, mi idea es totalmente errónea de acuerdo con la Real Academia Española, porque filantropía es el amor desinteresado por la humanidad y se manifiesta a través de actos generosos de ayuda hacia los demás, como donar tiempo, talento o dinero para mejorar la vida de otras personas. Se trata de una actitud de solidaridad y desinterés, donde se busca hacer el bien sin esperar nada a cambio. Esto me parece mucho más sencillo de transmitir, porque tiene poco que ver con capacidades económicas y mucho que ver con cómo nos desenvolvemos en el día a día como personas.

Tomando esto como punto de partida, cuestiono; ¿realmente estamos educando con el ejemplo? Me encanta la idea de pensar en ser generosos con nuestro tiempo y no solamente siendo voluntarios de alguna causa que nos mueva. Llevándolo a la vida cotidiana, podemos ser generosos cuando estamos atorados en el tráfico y le damos el paso a uno o dos automóviles que también necesitan avanzar, o cuando hay una persona intentando cruzar la calle.

Sin duda la generosidad no solo se trata de hacer un gran acto, si no es la suma de pequeños actos en nuestro modus vivendi y creo que justo a través de estas acciones podemos continuamente estar transmitiendo el legado y valor de la filantropía. De aquí que me gustaría sugerir una lista de pequeños actos, que involucran a nuestros hijos, para enrolarlos en esta cultura de generosidad desinteresada:

  1. Cuando regalemos los juguetes a alguien más, asegurémonos siempre que estén completos y que tengan baterías nuevas.

  2. Previo a iniciar el invierno, preparemos kits que contengan una sudadera o chaqueta limpia -puede ser usada, pero que esté limpia y digna. Integremos algún alimento no perecedero, una bebida y un sobrecito con algo de dinero. Podemos entregarlos a las familias que veamos caminando en la calle o que están esperando tomar el camión.

  3. Pidamos a nuestros hijos que nos ayuden a escoger regalos de Navidad a los hijos de las personas que nos ayudan en nuestras casas.

  4. Con los hijos más grandes, acordemos donar dinero a alguien que lo necesite o causa social que conozca. En las oficinas de Cáritas de las parroquias pueden acercarse a diversos casos. La idea es que ellos se aproximen a necesidades específicas y no solo conceptos o causas generales. Un buen momento donde cada uno puede compartir a quien le donó y por qué es alguna cena familiar.

Estoy convencida que no solo nuestros hijos aprenden de nuestro ejemplo, sino también la gente de nos rodea. Si constantemente estamos actuando, pensando en cómo podemos mejorar la vida de quienes nos rodean, vamos a asegurar que el valor de la filantropía se transmita de manera consistente y así empezar a construir un legado. Esta es la semilla que en el futuro florecerá.

 

 


 

Emmaestela Cueva Sada es mamá, esposa y abogada. Desde hace 8 años es consejera de Fomento Moral y Educativo; Fundación que su abuelo junto con sus amigos fundó hace más de 72 años y de la cual ahora ella es la Presidenta. .